Doce años: Chapter 3

Published Jan 14, 2013, 11:26:08 PM UTC | Last updated Jan 27, 2014, 11:10:39 PM | Total Chapters 16

Story Summary

Writen in spanish. SasuNaru. AU. Naruto es padre de Kyoko, y desde que su esposa Hinata murió se ha empeñado en criar a su hija de la mejor forma que puede, aun cuando Kyoko llega llorando de la escuela y acusa a un tal Kei Uchiha de hacer su vida miserable.

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Chapter 3: Chapter 3

Fandom: Naruto.

Calificación: mayores de 14 años.

Género: yaoi, drama, humor.

Declaración: el concepto y la idea original de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.

Advertencias: todavía a salvo, pero habrá escenas yaoi por el medio y en el final.

 

 

Doce años

Capítulo 3

 

por Hikari Shiroki

 

 

Minato estaba demasiado preocupado como para notar el teléfono, así que lo dejó sonar tres veces antes de darse cuenta que alguien llamaba. Cuando finalmente se percató y tomó el auricular en sus manos, la persona al otro lado de la línea ya había colgado.


El padre de Naruto se podía considerar un hombre agradecido. Tenía un hijo maravilloso que compensaba todas las carencias que le pudieran preocupar en su vida. Se había esforzado en criarlo lo mejor que pudo cuando su madre, Kushina, falleció también a temprana edad y Naruto no lo había decepcionado. Cuando su hijo se fugó con Hinata Hyuuga, Minato no estaba enojado, estaba completamente aterrado pensando que Naruto escogiera alejarse de él como Minato había, en algún momento, hizo al alejarse de sus padres para irse a vivir a Japón. Pero Naruto regresó solo un mes después y junto con Hinata se volvieron su razón de levantarse cada mañana. Cuando nació Kyoko, la viva imagen de Naruto y Minato juntos, el abuelo Uzumaki creía que su felicidad estaba completa y juró que nunca dejaría solos a sus dos queridos hijos y a su nieta.


Luego habían pasado cosas tristes nuevamente, era como si la familia Uzumaki no estuviera condicionada a mantener a las mujeres por más de dos años. Hinata había muerto y ambos, padre e hijo, se habían esforzado para que la vida de Kyoko no se sintiera incompleta. Minato sabía que Naruto sufría en su orgullo por tener que depender de los Hyuuga para la educación de su hija, pero a pesar de eso trató de convencerlo que era lo mejor para Kyoko. Se había prometido a sí mismo y a Naruto que siempre cuidaría y velaría por ella, y eso era lo correcto en su opinión. Kyoko además se llevaba muy bien con su tía Hanabi y la muchacha había estrechado su relación con su nieta de tal forma que parecían un pequeño pichón siguiendo a la mamá ave donde quiera que fueran. El abuelo creía que tal relación le convenía a Kyoko y la apoyó a su vez.


Pero Naruto estaba tan ensimismado en la crianza de Kyoko que no se ocupaba de su vida personal en lo más mínimo. Tenía una hija por criar y el apoyo de Minato, junto con la ayuda de unos amigos íntimos en quienes realmente podía confiar, nunca se sintió solo o colmado de problemas y eso hacía que Minato se sintiera tranquilo. Pero también le preocupaba que por esa seudoestabilidad Naruto descuidara su propia vida sobre la marcha y muchas veces la hiciera a un lado como no importante cuando alguien se lo hacía notar.


Luego observaba a Kyoko y no podía dejar de reír con todas las ocurrencias que tenía, tanto como para olvidar su propia vida y para olvidar que tenía que recordar a Naruto que tenía que rehacer la suya propia. Kyoko era el mundo de ambos y eso no le parecía mal.


Así que mientras sostenía a su pequeña nieta que trataba de dormir entre sollozos y le acariciaba la frente y el cabello, Minato no podía más que esperar a que Naruto no fuera a hacer una tontería a donde sea que hubiera ido. El teléfono sonó una vez más y despertó a Kyoko, que por un momento se quedó mirando a su abuelo contestando en la extensión inalámbrica. Al poco rato, Minato cubrió el auricular y se volvió a su nieta diciéndole en un susurro de voz que su tía Hanabi llamaba para saludarla. Kyoko recibió el auricular y le pidió a su abuelo que la dejara sola por un momento.


Minato acababa de salir de la habitación de Kyoko cuando Naruto apareció en la puerta del departamento. Cansado, comenzó a quitarse el calzado y a dejar sus llaves sobre la mesa al lado de la puerta. Miró a su padre y vio la preocupación en sus ojos por lo que lanzó un suspiro.


—¿Cómo está?

 

Minato esperó a que Naruto pasara a su lado y entraran en la cocina para contestarle.

 

—Está hablando con Hanabi por teléfono —le respondió mientras Naruto comenzaba a preparar la cena en silencio.

 

—Eso es bueno, ella logrará calmarla un poco.


Minato esperó a que Naruto le dijera algo más, pero como solo obtuvo silencio después de un minuto de espera, decidió abordarlo él mismo.

 

—¿Qué hiciste afuera?


—Fui a casa de ese tal Kei Uchiha —Naruto interrumpió sus movimientos por un segundo para lanzar otro enorme suspiro—. Quería —y se quedó callado unos momentos más, falto de palabras—, no sé qué quería. Es un niño, es un poco más cruel de lo habitual porque vive en un mundo donde le han dicho que está bien ser cruel con los demás. Yo no podía hacer nada ahí. Pero mañana se disculpará con Kyoko.


Minato se quedó analizando un momento la respuesta de Naruto y luego trató de animarlo.

 

—Pero eso es bueno. Si le pide disculpas a Kyoko, todo estará bien.


Naruto lanzó otro profundo suspiro seguido de un «supongo» que no hizo más que preocupar a Minato.


—¿Qué más querías? —su padre estaba confundido, no encontraba la razón de la preocupación de Naruto.


—Creo que he estado equivocado —Naruto comenzó a decirle mientras apoyaba sus brazos en el fregadero donde estaba lavando algunas verduras—. No soy lo suficiente para Kyoko.


—Naruto, eso... —pero antes que Minato pudiera comenzar a reconfortarlo, su hijo lo interrumpió.


—Todo este tiempo creí que podía criarla como tú lo hiciste conmigo: solo. Todos me decían que las niñas son diferentes y sabía que tenían razón  —le dijo rascando un lado de su cabeza ahora—, pero me imaginé que si Hanabi estaba con ella, Kyoko podía tener una figura materna de reemplazo o algo así, algo como lo mío con Hinata.


—¿Veías a Hinata como tu madre? —Minato se cruzó de brazos, esta charla iba mucho más a fondo de lo que se había imaginado.


—No, claro que no. Es solo que... —Naruto estaba haciendo más pausas de las que habitualmente hacía cuando hablaba con alguien, esto le decía a Minato que lo que le estaba diciendo era algo que había pensado por mucho tiempo— creí que yo sería suficiente. Creí que Kyoko se podría criar conmigo y contigo, y con las eventuales figuras maternas que le pudiéramos conseguir: Hanabi, Sakura, Rin... no lo sé, creía que eso era suficiente.


—¿Cómo sabes que no lo es? —le preguntó Minato con seriedad, sabía que Naruto tenía la costumbre de preocuparse por las cosas de Kyoko de una forma que era irracional algunas veces y temía que esta conversación estuviera yendo por ese sendero.


—Tú no estuviste ahí —dijo su hijo algo molesto—. Vino llorando y yo no supe qué hacer. Cuando me contó la razón por la que lloraba me dio tanta rabia que salí corriendo a tratar de romperle el cuello al pequeño delincuente, y seguramente lo hubiera hecho —de pronto bajó la voz y lanzó lo siguiente en un suspiro apenado— si no fuera porque tiene un tío que parece asesino en serie y me quedé petrificado al verlo.


—¿«Asesino en serie»? —preguntó Minato todavía con seriedad, sin saber exactamente de dónde había salido eso en medio de una conversación como la que estaban teniendo en ese momento.


—El hecho es que perdí el control —Naruto también pareció notar que se estaba yendo por las ramas y sacudiendo la cabeza trató de borrar por un momento la impresión bastante nítida que Sasuke había dejado en su cerebro—. No supe manejar la situación y no supe qué decirle a Kyoko para hacerla sentir mejor. Todo el camino a casa me puse a pensar que de haber tenido una madre...


Minato cerró sus ojos, le costaba sentirse imparcial ante los sentimientos de su hijo y darle una respuesta lógica. Él también sentía que Kyoko tal vez hubiera estado mejor con una madre de verdad a su lado que la ayudara en momentos como esos. Pero no creía que fuera culpa de Naruto el que las cosas no fueran como querían.


—Estás haciendo lo mejor que puedes y lo estás haciendo bien, Naruto —pudo decirle finalmente, convencido de tener la razón—. De nada sirve ponerte a pensar en lo que te falta y en lo que no tienes. Estamos donde estamos.


—Sí, lo sé. Pero a veces pienso que no hago lo suficiente —concluyó su hijo con un gesto irritado en el rostro.


Minato estaba a punto de contestarle nuevamente cuando la puerta de la cocina se abrió y Kyoko entró en la habitación. Naruto se le acercó inmediatamente y la abrazó, luego le preguntó cómo se sentía y ella le respondió que estaba bien.

 

—Tía Hanabi me ha dado muchos consejos sobre lo que tengo que hacer ahora —le dijo en un tono muy cercano a su característico buen humor—, ¿puedo ir a la farmacia?

 

—Yo la llevaré —ofreció su abuelo con una sonrisa conciliadora en su rostro—, así podrás terminar de preparar la cena —le dijo seguidamente, esta vez dirigiéndose a Naruto.

 

Cuando ambos hubieron salido, Naruto se sentó a la mesa de la cocina y juntó ambas manos sobre su cabeza pensando.

 

*


Minato esperó en el auto mientras Kyoko entraba en la farmacia y hacía sus compras. Mirándola desde la vitrina del establecimiento, se quedó reflexionando por un momento en lo grande que estaba ahora su nieta, capaz de ir a hacer sus compras ella sola y encargarse de sus propios asuntos por su cuenta. Quizá Naruto no lo notara todavía, pero haber sido capaz de criar a alguien tan independiente y positivo como Kyoko era ya en sí un gran logro, y hablaba muy bien de la forma cómo estaba creciendo.

 

—Estoy lista —anunció la niña un momento después, abriendo la puerta del auto de su abuelo y subiendo dentro inmediatamente.

 

—¿Conseguiste todo lo que necesitabas? —le preguntó Minato con curiosidad, tratando de atisbar en la bolsa de papel que su nieta tenía bien segura sobre su regazo.

 

—Sí, no me hace falta nada más —le respondió la pequeña esbozando una sonrisa.

 

Minato sintió un alivio inmenso al verla sonreír otra vez. Parecía que la tormenta se alejaba.

 

Luego regresaron a casa conversando sobre el último torneo de karate de Kyoko y su entrenamiento actual. Su nieta le respondía, mucho más animadamente, que ese año también se llevaría la medalla de oro y Minato le aseguraba que así sería.

 

Todavía regresaron a casa hablando de ello y en cuánto Naruto los escuchó comenzó a lucir menos preocupado también.

 

—¿Puedes poner la mesa para cenar? —le pidió a su hija mientras comenzaba a sacar los platos para servir la comida que había preparado.

 

—Claro —respondió Kyoko a toda prisa mientras extraía cubiertos y manteles para disponer sobre la mesa—. Mi maestro  dice que me hará la primera opción —continuó contándole a su abuelo a la vez—, así que tiene mucha confianza en que ganaré.

 

—No lo dudo —le dijo Minato riendo por alguna razón.

 

—Lo único que me molesta es que nos separen por categorías —de pronto dijo algo molesta—, como si yo no lo pudiera ganar a cualquier niño que fuera mi oponente.

 

Minato estaba seguro que su nieta sería capaz de darle una paliza a cualquier niño de su edad, pero no estaba muy seguro de que eso fuera algo que Naruto aprobaba del todo, así que no dijo nada al respecto.

 

—Las reglas son las reglas —dijo inmediatamente su hijo, como Minato sospechaba—. Eres estudiante de karate, si no puedes respetarlas no eres una muy buena, ¿verdad?

 

Kyoko se encogió de hombros y comenzó a reír al poco, todo enojo olvidado inmediatamente.

 

*

 

Minato fue a casa muy tarde esa noche y se acostó inmediatamente, tenía que hacer unas gestiones en el banco al día siguiente y por eso había regresado, a pesar de la insistencia habitual de su nieta y su hijo a que pasara la noche con ellos; su departamento estaba más cerca de las calles comerciales que el de Naruto. Sin embargo, el teléfono lo despertó muy temprano al día siguiente y, todavía medio adormilado, escuchó a Naruto pedirle que fuera a su casa una vez más.


Cuando llegó, encontró al joven padre preparándose para salir a trabajar. En pocas palabras, le contó que Kyoko se había rehusado a ir al colegio ese día y parecía estar muy convencida de no querer volver nunca más. Después de reflexionarlo por un tiempo, Naruto había pensado que lo mejor sería no obligarla ese día y necesitaba que alguien la cuidara mientras él iba su trabajo en el periódico.


Minato era escritor, tenía regular éxito y por eso podía costearse la vida que llevaba y ayudar un poco a su testarudo hijo cuando este lo necesitaba. Su horario era muy flexible, por lo que inmediatamente aceptó quedarse con Kyoko, mientras su padre estaba trabajando.


Cuando Naruto se fue, Minato se asomó a la habitación de su nieta y la encontró despierta pero acostada en cama. Después de observarla por un momento, se dio cuenta que no se veía de un humor peor que el de la noche anterior, aunque sí la notó más pálida que de costumbre.

 

—¿Te sientes bien? —le preguntó sentándose al lado de la cama y acariciando su frente.

 

Kyoko lo miró un poco sonrojada antes de asentir levemente y cubrirse un poco más con sus sábanas. Minato en realidad no sabía cómo tratar a una niña de esa edad que pasaba por lo que Kyoko estaba pasando, y por un momento se figuró que Naruto se sentiría tan perdido como él y de ahí que estuviera sobrepensando la situación.

 

Quizá ambos estaban siendo muy poco naturales con ello y ahí radicaba el problema.

 

—¿Quieres salir a tomar desayuno afuera? —le preguntó tratando de mostrarse lo más animado que pudo y buscando la forma de tentar a su nieta para sacarla de la cama— Podríamos ir a ese nuevo centro comercial que han abierto y al que todavía no has podido ir.

 

Kyoko abrió los ojos enormemente y se incorporó de un salto de la cama. La treta había funcionado mejor de lo que Minato se había imaginado.

 

—¡Dame un minuto para vestirme! —le respondió corriendo a su ropero en busca de algo para usar.

 

*

 

Kyoko amaba salir con su padre y abuelo por la ciudad. Usualmente, la gente los miraba como si fueran extranjeros paseando por las calles y a Kyoko le causaba una risa enorme verlos sorprenderse al escucharlos hablar en japonés. Una vez, incluso, Kyoko había visto a algunos turistas tomándoles fotografías, cosa que apenó sobremanera a su padre, pero que causó la risa de Minato y la suya propia.


Cuando terminaron su desayuno, Kyoko y Minato salieron a caminar por el centro comercial. Kyoko iba del brazo de su alto abuelo y hacían un extraño dueto que provocaba las miradas de los transeúntes. Minato se detenía de vez en cuando en el escaparate de una tienda y le preguntaba a Kyoko si le gustaba un objeto al azar. Cuando la respuesta era positiva, Minato entraba a la tienda y le compraba el nuevo regalo a la pequeña. Su nieta iba animándose cada vez más.


De pronto, Kyoko se puso de pie frente a una vitrina llena de aparatos celulares. Minato le preguntó si quería uno, pero la niña le respondió que lo había conversado con Naruto y su padre le había dicho que aún era muy joven para tenerlo. Minato asintió con la cabeza y no se lo preguntó otra vez.

 

—Las otras niñas de mi curso son muy amables. Todas tienen uno y siempre me están anotando sus números en mi cuaderno, para que las llame en cuanto yo lo tenga, me dicen —le dijo sonriendo algo apenada.

 

—Bueno, pero si tuvieras uno, podrías dárselo a ellas y así podrían conversar cuando quisieran, ¿no es así? —le preguntó su abuelo todavía pensando que no sería mala idea que su nieta obtuviera uno.

 

Pero Kyoko meneó la cabeza negativamente y cogió de la mano a su abuelo para llevárselo a otro lugar.

 

—Es una pena que no pueda volver a verlas tan seguido después que me cambie de escuela —le dijo poniendo un rostro serio por un momento, para enseguida volverse animado—, pero al menos tengo todos sus número telefónicos. Cuando papá me compre un celular, podré llamarlas y saludarlas otra vez.


Minato decidió decir nada ante esto.

 

*


Mientras tanto, Kei Uchiha estaba teniendo el peor día de su vida. Había empezado mal la noche anterior, cuando el complot en su cabeza sobre la humillación que tendría que pasar al día siguiente por disculparse no lo dejó dormir tranquilo. Cuando despertó vio el movimiento apresurado de su padre en la cocina para preparar el desayuno y llevarlo a la escuela, lo cual lo dejó más desolado, eso significaba que no llegaría hasta muy tarde ese día. Cuando la limusina los esperó en la acera, se comprobaron los peores temores de Kei; aún tenía la esperanza de que tal vez Sasuke hubiera logrado encontrar una excusa para no cuidar a Kei, con lo cual se contentaría en ese momento, pero cuando el celular de su padre comenzó a sonar en su camino a la escuela, Kei supo que no había forma que su día se pusiera peor.


Grave error. Lo primero que notó al pisar el patio de su escuela fue que las miradas de todas las niñas estaban posadas sobre él. Eso en sí no era mucha novedad, sino fuera porque esas miradas no delataban los ojos de adoración habitual que recibía cada mañana, al contrario, denotaban, miedo, enojo e incluso repulsión en algunos casos. Kei suspiró, muy a su pesar.

 

Quizá era para mejor, las constantes bandadas de niñas con corazones flotando sobre ellas a su alrededor realmente le molestaban de un tiempo a esa parte; estar tranquilo por una temporada no le vendría mal. Así que se encaminó sin bajar la mirada y sin ninguna alteración en su rostro a su salón de clases. Sus compañeros habituales se le acercaron y le comunicaron que Kyoko aún no había llegado a la escuela. Kei miró por un momento el asiento vacío de su compañera y sintió miedo.

 

Deseaba que la niña no se apareciera nunca para así evitarse la humillación de tener que pedirle disculpas pero, por otro lado, sabía que su nueva y recién descubierta conciencia no lo dejaría tranquilo hasta que lo hiciera —malditas y estúpidas emociones inservibles—. Culpaba directamente a su tío Sasuke de ello, el viejo tonto lo había mirado desaprobadoramente ante la más mínima de sus acciones tantas veces que seguramente en algún momento había desarrollado ese sentimiento estúpido sin darse cuenta.


Sus reflexiones fueron interrumpidas cuando sintió que un grupo de cinco niños, tres mujeres y dos hombres, se paraba al lado de su escritorio con miradas desaprobatorias en sus rostros. «Genial, la tribu Uzumaki tratando de reorganizarse sin la cabeza».


—Kei Uchiha —dijo una de las niñas decididamente. Kei se puso de pie parsimoniosamente, adoptando el aire más digno que todo el nombre Uchiha le podía dar (que era mucho para un niño de tan solo doce años. Podría haber amedrentado a un juez de un tribunal si se lo hubiera propuesto, Itachi estaría muy orgulloso), y esperó a lo que sus compañeros estaban por decirle; sentía un poco de curiosidad por saber hasta dónde llegarían por Kyoko, erh, la cosa Uzumaki.


La niña que había iniciado la conversación comenzó a temblar un poco ante la mirada del Uchiha y no pudo decir nada más, algo parecido acontecía con el resto de los miembros de la pequeña comitiva. Kei comenzó a impacientarse.

 

—¿Puedo ayudarles en algo? —preguntó altaneramente.


Uno de los niños balbuceó unas palabras después de recibir los codazos de una de sus compañeras.

 

—¿Sabes por qué no ha venido Kyoko a clases?


Kei levantó una de sus delicadas cejas, signo característico de cualquier persona del clan Uchiha, y miró al grupo entero con una mirada que significaba que se encontraba ante un grupo de estúpidos niños de doce años.

 

—¿Por qué tendría que saberlo?


Los niños bajaron la mirada al unísono y no la volvieron a levantar, Kei notaba que aún tenían algo que decirle pero que no se atrevían. Estaba a punto de decirles que tal vez su compañera solo se había atrasado cuando el profesor de turno entró al aula y ordenó a los alumnos que tomaran su asiento. Kei volteó a ver el escritorio vacío de Kyoko por última vez hasta que terminaron de pasar la lista. Cuando el profesor preguntó si alguno había escuchado alguna razón por la ausencia de su compañera, todos los alumnos a la vez giraron sus cabezas hacia Kei. El profesor lo notó, se aclaró la garganta y continuó con la lección sin preguntar nada más. Kei comenzó a sentirse enfermo otra vez.


Estaba molesto. Había pasado toda la noche en vela ensayando la forma cómo iba a disculparse. Nunca lo había hecho anteriormente y solo Dios vería el día en que un Uchiha fallara en algo que se había propuesto. Por lo tanto, se puso a ensayar las frases que iba a usar. La humillación había sido una de las peores, así que un simple «lo siento», como había recibido el padre de Kyoko, ehr, la cosa Uzumaki, no sería suficiente. Tendría que hacerle entender que comprendía la humillación recibida y que se arrepentía de habérsela inflingido, que no esperaba que lo perdonara inmediatamente, porque sabía que eso no era posible, pero que eventualmente esperaba que pudieran ser... amigos...


El lápiz de Kei cayó al suelo y rodó hasta los pies del escritorio del profesor frente a la clase. Todos lo observaron deslizarse alejándose de su dueño y luego vieron aterrados que el único heredero Uchiha se ponía muy rojo. El profesor lo vio y fue inmediatamente a su lado, le preguntó si se sentía bien, si no necesitaba ir a la enfermería o acostarse. Todos sus compañeros lo miraban sorprendidos, ¿Kei Uchiha enfermo? Era la primera vez en la historia de toda la ciudad que personas comunes y silvestres presenciaban a un Uchiha enfermo. Había pasado como un mito de generación en generación, los Uchiha se enferman como el resto de las personas, pero era algo tan irreal que muchos no lo creían posible.


Pero todo indicaba que era verdad, el rostro usualmente pálido de su compañero de pronto se encontraba encarnado y sus ojos perdidos en algún lugar de la distancia. Muchas de sus compañeras (y algunos de sus compañeros), a pesar del enojo que hasta hacía unos momentos experimentaban por Kei, comenzaron a lanzar sonoros suspiros al ver el rostro delicado y severo de Kei de pronto relajarse y tomar un color sonrosado, mientras el profesor lo examinaba y le preguntaba si estaba bien.


Kei trató de calmarse, pero al no lograrlo, se puso en pie rápidamente y pidió permiso para ir al baño, el maestro quiso enviar a un compañero con él por si se sentía mal, pero el Uchiha no espero un segundo y salió por la puerta. Caminando por el pasillo mientras intentaba calmarse razonó para sí mismo que esas no podían ser sus verdaderas intenciones. Quizá realmente estaba enfermo o algo peor, desde el día anterior que había recibido el golpe de la cosa Uzumaki, Kei no había sido el mismo de antes. Sí, era eso, definitivamente tenía que ser eso. Esa niña le había hecho algo al darle el golpe. Algo definitivamente intenso para hacerle pensar en esas estupideces de disculparse y ser amigos...


De pronto, se detuvo. Había pasado toda la noche en vela preocupado por tener que disculparse al día siguiente y la cosa Uzumaki ni siquiera había tenido la decencia de venir a la escuela. El rostro de Kei se puso rojo de rabia esta vez. Se sentía frustrado consigo mismo, y más que nada exasperado por tener que pasar otra noche en vela pensando que tendría que disculparse al día siguiente cuando Kyoko regresara a clases. Estuvo a punto de seguir su caminata por el pasillo, esta vez justamente molesto, cuando un nuevo pensamiento lo detuvo. ¿Y si la cosa Uzumaki dejaba de asistir al día siguiente también? El día que seguía sería viernes, y si Kyoko no regresaba a clases para ese día tendría que soportar todo el fin de semana en vela hasta que pudiera disculparse debidamente el día lunes.


Pero su pensamiento no se detuvo ahí, algo aterrador cruzó por su cabeza, quizá debido a ese incidente Kyoko ya no tenía intenciones de regresar a la escuela. Era muy posible. No cualquier niña aguanta incólume la burla organizada en conjunto de toda una escuela —o al menos de la mitad que pertenecía al bando Uchiha— sin quebrarse, y Kyoko había llorado, lo sabía de primera fuente porque él había estado ahí, había visto las lágrimas. De pronto, Kei se comenzó a sentir realmente enfermo.

 

*


Esa tarde, cuando llegó a casa y vio a su tío Sasuke sentado en uno de los sillones de la sala sus miserias continuaron. Sasuke estaba recostado en el sillón que daba justamente a la puerta de entrada. No había música en el fondo. El televisor ciertamente estaba apagado. Y no se veía ningún tipo de lectura a más de veinte metros del Uchiha. Sasuke simplemente estaba sentado esperando a que su sobrino llegara de la escuela. Al verlo entrar, lo miró con ojos serios que Kei sabía que no cambiarían en lo que quedaba del día.


—Tú padre no vendrá a dormir esta noche —le informó Sasuke sin apartar la mirada de Kei.


El pequeño heredero estaba al corriente de esta noticia, pero se llevó una decepción de igual forma. Toda una noche con Sasuke: justo lo que necesitaba.


—¿Te disculpaste con la niña Uzumaki? —fue casual. Como si le estuviera preguntando si había hecho sus tareas o el pronóstico del clima. Pero dejó a Kei muy humillado y deseando que el maldito día se acabara de una buena vez.


—No pude —Kei no balbuceaba, un Uchiha no balbucea, los Uchiha dicen las cosas claramente y nunca se equivocan en las palabras que utilizan. Por eso a Sasuke le costó un rato distinguir lo que su sobrino, que ciertamente no balbuceaba, estaba diciendo.


—¿Por qué no?


Kei dudó un momento antes de responder desviando la mirada.

 

—No fue a clases —ya estaba teniendo suficiente de todo ese interrogatorio.


Sasuke lo miró como siempre lo miraba cuando Kei hacía algo que no le gustaba: sus ojos se volvían desdeñosos y fríos, y miraban a su sobrino como una rana mira a la última mosca después de haber llenado el buche. Kei odiaba ese gesto en el rostro de su tío más que a nada en el mundo.


—Hn — concluyó Sasuke con un gruñido.


Y eso fue todo. Kei salió corriendo hacia su habitación y tiró la puerta con todas sus fuerzas.

 

*


Sasuke estaba molesto. No podía llamar a Naruto —sí, la rama de recolección de información del clan Uchiha hacía un excelente trabajo averiguando direcciones y teléfonos a partir de una simple huella dactilar o un cabello— o ir a visitarlo hasta que el pequeño monstruo hubiera arreglado las cosas con su hija. Como siempre, el egoísmo y la estupidez de su sobrino interrumpían sus magníficos planes. Ahora tendría que esperar un día más para poder ver a su añorado ángel y mostrarle su adoración.


De pronto, Sasuke comenzó a hilar pensamientos consecutivos sobre lo que podría pasar: si la niña Uzumaki no fuera a clases al día siguiente, después de todo, la última bribonada de su sobrino era digna de un reality show y una pequeña niña quedaría muy angustiada después de una humillación como esa —Kei se había guardado muy bien de comentarle a su padre, y por ende a Sasuke, que la «pequeña niña» le había propinado el golpe más fuerte de su vida y que lo había dejado tirado en el piso por sus buenos cinco minutos, y Kyoko no había contado esa parte a su padre tampoco por temor a que pensara que no era una niña que se supiera comportar—, entonces no podría ir sino hasta el lunes de la próxima semana.


Sasuke se puso de pie de un salto y de dos grandes pasos se encontró frente a la puerta del pequeño monstruo.


Kei escuchó los golpes en su puerta pero no hizo caso, estaba demasiado deprimido como para atender a alguna de las extrañas exigencias de su tío. Sasuke nunca había mostrado ningún interés por él anteriormente, no entendía a qué venía toda la curiosidad repentina sobre si se había disculpado o no con una niña con la que él no tenía nada que ver. Sabía que había gato encerrado y no estaba dispuesto a dejarse utilizar para el beneficio del viejo loco de su tío.


Además tenía cosas más importantes en qué ocuparse; como el averiguar si sus sospechas eran reales y la cosa Uzumaki no estaría regresando a clases después de la siguiente semana. Un poco dudoso aún, y con los gritos de Sasuke llamándolo detrás de la puerta de fondo, Kei cogió el teléfono.

 

*


En otro lugar de la ciudad, justo antes de salir a casa del trabajo, una de las compañeras de la sección editorial de Naruto lo detuvo en la salida y le preguntó cómo estaba y si todo iba bien con Kyoko.

 

Naruto no sospechó nada, era de conocimiento general que tenía una pequeña hija que criaba él solo, estaba acostumbrado a que mujeres de todas las edades se le acercaran y le preguntaran eso de vez en cuando. Pero como se sentía un poco perdido desde el día anterior sobre la falta de perspectiva femenina en sus vidas, terminó contándole todo lo que había pasado con Kyoko con la esperanza de que la mujer le diera algún consejo útil desde una perspectiva foránea.

 

La joven le sonrió comprensivamente al terminar de escucharlo y le recomendó que dejara que las cosas siguieran su curso. Luego se alejó a toda prisa hacia algún lugar. Naruto se sintió más perdido que antes.

 

¿Cuál era ese curso del que estaba hablando?

 

*


Justo cuando Sasuke había regresado de buscar un enorme destornillador y otras herramientas que le parecieron útiles para simplemente desencajar la puerta de Kei y obligarlo a salir, escuchó el sonido del celular de su sobrino. Unos breves murmullos después, Kei se encontraba frente a él con la puerta abierta de par en par.


—Necesito salir a un sitio —fue todo lo que Kei le dijo a su tío después de contemplarlo bloqueándole la salida por unos segundos. Sasuke lo observó sorprendido antes de preguntarle a dónde.


Kei no respondió por un momento, analizando la necesidad de contestar esa pregunta para obtener el permiso de largarse sin meterse en líos más adelante con su padre, después de todo, Sasuke era su babysitter.

 

—A la casa Uzumaki.


*

 

Minato había pasado toda la mañana y parte de la tarde con su nieta. Kyoko estaba contenta para cuando Naruto llegó del trabajo y no dudó en demostrarle cuan contenta se sentía. Su padre pareció más aliviado por esto, así que Minato se despidió, explicando que tenía que entregar unos manuscritos esa misma tarde. Naruto le preguntó si volvería a tiempo para cenar juntos y el abuelo de Kyoko le respondió que no podría regresar más ese día, pero que cenaría con ellos al día siguiente. El joven padre le agradeció su ayuda una vez más mientras se despedía de él en la puerta.


—Eh, le compré algunas cosas a Kyoko en el centro comercial. Regalos adelantados de cumpleaños.


Naruto se cruzó de brazos tras su padre.

 

—Su cumpleaños fue hace dos semanas, papá, ¿no te estás adelantando demasiado?


—Solo fueron pequeñeces —le aseguró Minato a modo de defensa—, ninguno podría contar como un regalo de verdad. A excepción...

 

Naruto recibió un paquete adornado en sus manos.

 

—¿Qué es esto? —le preguntó desconfiadamente.


—Ahora, antes que me digas nada, no son tan caros como crees, los nuevos modelos son más pequeños y sencillos como para que niños desde cinco años puedan usarlos...


Naruto interrumpió a Minato inmediatamente.

 

—¿Qué es esto papá? Dímelo —su voz salió más severa de lo que pretendía, pero algunas veces tenía que adoptar ese tono con su padre también; de otra forma, le parecía que estaba hablando con una Kyoko más grande.


—Además, ella quería uno, y así podrás comunicarte con ella en todo momento y yo podría comunicarme con ella en todo momento. Todos salimos ganando.


—No puedo creerlo. ¿Le compraste un celular? Papá, sabes que no puedes irle comprando a Kyoko cosas caras solo porque puedes. Hinata y yo habíamos decidido hace mucho que...


—Naruto, es solo un celular —lo cortó Minato antes que Naruto tuviera tiempo de ir a buscar el libro de Hinata y comenzara a citar las anotaciones de su nuera—. No es un viaje al Caribe, no es un avión privado, ni un yate. Todas las compañeras de la clase de Kyoko tienen uno, sirve para que los padres que trabajan conversen con sus hijas y para que cuando algo malo les ocurra puedan recurrir a sus padres inmediatamente —Minato puso énfasis especial en esto último—. Además, Kyoko no quería que se lo comprara —Naruto se quedó sorprendido ante esto—. Se lo pregunté dos veces y me respondió que tú se lo comprarías cuando tuvieras el dinero y confiaras en que era lo suficientemente responsable para tener uno. No me dejó. Tuve que escabullirme mientras ordenaba la comida en el food corner para que no me viera comprándoselo.


Naruto miró el paquete en sus manos y sonrió por un momento, desarmado.

 

—La estás criando bien. No te preocupes tanto —Minato se acercó y le dio un beso en la frente antes de irse—. Además te lo estoy dando a ti para que se lo des cuando lo consideres adecuado. Sin presiones —Minato le hizo un guiño y salió de la casa. El otro hombre lanzó un suspiro. Contra ambos, Kyoko y Minato, Naruto no tenía ninguna oportunidad de ganar.

 

*


Esa noche, después de la cena, Kyoko recibió un regalo inesperado. Abrazó a su padre emocionada después de abrir el paquete y ver su nuevo celular, estaba completamente feliz por el hecho de que Naruto la considerara lo suficientemente responsable como para tener uno, así que no le dejó explicarle que, en realidad, el que se lo estaba regalando era Minato. Finalmente, Naruto decidió que siempre podía reembolsarle el dinero del regalo más adelante a su padre y así sería él quien se lo regalaba, ya que ese hecho parecía ponerla más contenta que el celular en sí.


Estaba contemplando tan satisfecho a su pequeña hija leyendo el manual de usuario del aparato y aprendiendo a usarlo que, cuando tocaron a la puerta, el timbre lo sobresaltó por un momento. Se levantó lentamente dejando a su hija jugando con el aparato nuevo en la cocina y se dirigió a atender la puerta.


Nunca en un millón de años se hubiera esperado ver a la persona —persona y media— que se encontró al abrir la entrada de su casa.


Su sorpresa debió mostrarse en su rostro, porque el par Uchiha intercambió miradas de interrogación al ver su expresión. Kei, por supuesto, echaba la culpa de la expresión aterrada de Naruto a la aparición que era su tío; sus ropas eran muy ceñidas y contenían demasiados agujeros como para ser decentes, por lo que escandalizarían a cualquiera. Ahora lamentaba más que nunca no haber podido deshacerse de él y venir solo en la limusina, como había planeado en un primer momento.


Sasuke, por otro lado, estaba seguro que la expresión de Naruto se debía a la presencia de la pequeña monstruosidad parada al lado suyo y lo mucho que cualquiera lo detestaría. Casi deseaba no haberlo traído consigo, pero pronto recordó que en realidad el que tenía que cumplir una obligación antes que Sasuke pudiera pedirle una cita a Naruto era el pequeño renacuajo de su sobrino. Inmediatamente le dio un pequeño empujón al frente para que empezara a hablar y Kei volteó a verlo con una mirada asesina.


—Eh... —no, un Uchiha nunca empieza una frase con una interjección cortada. No era propio. Kei soltó una pequeña tos para disimular su equivocación y ordenar las siguientes palabras antes que salieran de su boca. Pensó que debía empezar con una explicación de por qué estaba ahí, sin anunciarse, de noche y con el paria de la familia Uchiha al lado—. Uzumaki no fue a clases hoy.


Naruto, que había estado mirando al niño desde que diera un paso al frente no pudo más que responder, «¿eh?», atónito. Obviamente, Kei esperaba que eso fuera suficiente para hacerse entender ante el Uzumaki padre, pero después de ver su expresión de completa confusión no pudo más que volver a reformular su oración anterior.

 

—Prometí que me disculparía con ella en la escuela... hoy —se apresuró en completar antes que fuera demasiado tarde para que se escuchara como si hubiera dudado en sus palabras. ¿Por qué disculparse con alguien era tan penosamente complicado?


Naruto abrió un poco más la puerta y Sasuke pensó por un momento que los invitaría a entrar, pero lo que en realidad hizo fue abrirla lo suficiente para deslizar su cuerpo fuera, sosteniendo la puerta con su mano para que no se cerrara del todo y solo dejando un pequeño espacio entre ella y el marco.

 

—No es una buena idea, muchachos. Kyoko no se siente muy bien al respecto todavía y... bueno, no creo que sea oportuno en estos momentos —Naruto susurraba, temeroso que su hija lo fuera a escuchar y sospechara algo. Aún no le había dicho que había salido esa noche a la casa de los Uchiha en busca de explicaciones y no sabía cómo lo tomaría dado lo chispeante de su carácter en esos últimos días.


—¿Vendrá mañana a la escuela? —la pregunta sonaba inocente en los labios de Kei, aunque el pequeño Uchiha estaba enterado de las intenciones de Kyoko de cambiar escuela gracias a la enorme red de espionaje de los Uchiha a la cual tenía acceso: la razón principal por la que había decidido acudir ese mismo día a casa de Kyoko, ehr, la cosa Uzumaki.


—No lo sé,... al parecer Kyoko no quiere regresar a esa escuela y... no sé si sería buena idea obligarla —comenzó a explicarle Naruto, cuando de pronto la puerta que sostenía desapareció de su mano y unos cabellos rubios largos se asomaron por detrás de sus caderas.


—Papi, dice aquí que también tiene una grab...


Kyoko no terminó de decir su frase. Vio a Kei Uchiha parado frente a su puerta y todo delante de ella se distorsionó. Corrió rápidamente dentro de la casa y cerró la puerta de un portazo, dejando, inadvertidamente, a un muy estupefacto Naruto afuera también.

 

-...-

 

++++++++++++++++++

 

Subiendo la paginación de la historia con cada capítulo. Mañana el siguiente capítulo editado. Espérenlo.

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