Doce años: Chapter 15

Published Jan 14, 2013, 11:26:08 PM UTC | Last updated Jan 27, 2014, 11:10:39 PM | Total Chapters 16

Story Summary

Writen in spanish. SasuNaru. AU. Naruto es padre de Kyoko, y desde que su esposa Hinata murió se ha empeñado en criar a su hija de la mejor forma que puede, aun cuando Kyoko llega llorando de la escuela y acusa a un tal Kei Uchiha de hacer su vida miserable.

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Chapter 15: Chapter 15

Fandom: Naruto.
Calificación: mayores de 14 años.
Género: yaoi, drama, humor.
Declaración: el concepto y la idea original de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.
Advertencias: bastante sano por el momento.

 

Doce años
Capítulo 15
-…-
por Hikari Shiroki

-…-
-…-

 

El ruido de la televisión era lo único que rompía el silencio de la habitación mientras la pequeña Yuki observaba las figuras de este aparato con suma atención, habiendo olvidado desde hacía un buen tiempo el puñado de juguetes desperdigados en el piso a sus pies. Sakura, sentada a su lado en el amplio sofá, acariciaba su largo cabello negro con una de sus manos distraídamente y miraba el programa en la TV casi sin verlo.

Muchas veces, cuando se tomaba el tiempo de pensarlo con calma, su hija de cuatro años le parecía un ser trágico y triste inmersa entre otros niños que llevaban una vida más fácil. Con dos padres separados, poco tiempo para pasarlo con ambos y sin ningún otra figura familiar al lado para acariciar su cabeza de vez en cuando y decirle que todo estaba bien, no creía que fuera la única que opinara como ella.

Yuki pasaba la mayor parte del tiempo en la escuela y la guardería entre semana y aunque Sakura se sentía culpable al tener solo unas pocas horas al día para pasar con ella, no había nada que pudiera hacer al respecto. En su mente, solo una persona era la culpable: Sai. Las largas horas que Sakura tenía que pasar en el trabajo cada día, el poco tiempo que como padre le dedicaba a su hija y lo mucho que la pequeña se entristecía cuando preguntaba por él y no había posibilidad de que lo viera; todo era culpa del insensible de su exmarido.

Sakura había sido una madre sola a partir del momento en que se embarazó, ya que este embarazo fue una de las muchas estrategias que había optado por tomar cuando Sai comenzó a recibir contratos en el extranjero y a «abandonarla» como se quejaba por esos tiempos con Naruto y sus amistades.

Naruto, por supuesto, era un hombre demasiado bueno como para contradecirla en algo, y por ello Sakura creía que muchas veces se aprovechaba demasiado de su buena disposición, por lo que trataba de no pedirle más ayuda de la necesaria en su vida y en la crianza de Yuki. Tenía que hacer las cosas por su cuenta o no estaría satisfecha consigo misma, pero la culpa de ver cómo estaba creciendo su hija muchas veces no la dejaba dormir por las noches.

Yuki era especial y no solo lo creía ella. Cada persona con la que se había topado la ponía de ejemplo a los demás niños de su edad como una niña criada de la mejor manera. Nunca tenía problemas en el colegio, siempre era amigable con todos, era sumamente inteligente y despierta para su edad y, sobre todo, era hermosa. Lo que más le dolía a Sakura era lo parecida que era a su padre en su rostro, su hermoso cabello negro cayendo rectamente sobre su ovalado rostro y la inexpresión que muchas veces adoptaba y que la hacían parecer una muñeca de porcelana. Lo único que la niña había heredado de su madre eran sus ojos verdes. Y estos eran perfectos, la hacían lucir incluso más especial que todos sus demás atributos juntos. Uno podía perderse en sus ojos si se los quedaba mirando mucho tiempo, y Sai no había perdido la ocasión de hacer esto mismo en los últimos años, para total exasperación de su exmujer, mientras decía en voz alta los hermosos que eran y la bella hija que tenía.

Pero había algo además en ella que solo muy pocos notaban y nadie se atrevía a poner con palabras. Sakura simplemente decía al respecto, de ser interrogada, que seguramente su hija estaba cansada, después de pasar todo el día fuera de casa tratando de parecer agradable y comportarse bien todo el tiempo en la escuela o en la guardería, cualquier niño de esa edad estaría exhausto, por lo cual no era nada de qué extrañarse.

Sai, si alguna vez lo notase, seguramente solo daría como respuesta una de sus sonrisas enigmáticas que no dejaría nada en claro sobre lo que realmente estaba pensando, y si alguna vez Sakura lo viera en tal situación le daría un golpe con toda seguridad.

Naruto, la única vez que lo notó o se atrevió a decirlo, le dio toda la razón a Sakura sobre lo cansada que debía estar la niña, y cómo Sakura también debía estarlo, para luego sugerirle que dejara que Yuki y Kyoko pasaran una noche juntas, ya que creía que su hija era la solución a todos los problemas del mundo.

Ino, la única que era capaz de enfrentarse a Sakura en iguales términos, simplemente le diría que se fuera a hacer un café a la cocina mientras ella se pasaba el resto de la tarde haciendo que Yuki se probara todo su guardarropa y tomando un millón de fotos más para su blog. Ino amaba a la pequeña y no creía que hubiera otra niña más hermosa en todo el mundo, excepto tal vez Kyoko, pero como a la niña Uzumaki no le interesaban demasiado los vestidos, era Yuki la que siempre le servía de modelo para los calendarios de su florería.

Kyoko hacía reír a Yuki. Eso era lo único que Sakura necesitaba saber y escuchar para creer que todo estaba bien con ella, su hija y la perspectiva de vida para ellas en general.

Eran tan pocas las veces que Yuki reía que era preocupante para todos. Incluso sus sonrisas eran apagadas y su madre no recordaba haberle visto una grande y hermosa como solía soltar cuando era una bebé en un par de años. Ahora sus sonrisas se parecían cada vez más a las de su padre y ella las comenzaba a resentir.

Un gemido ahogado y los ojos sorprendidos de su hija un instante después la sacaron de sus reflexiones anteriores.

La pequeña se sobaba la parte trasera de su cabeza, donde su madre la había estado acariciando hasta hacía un momento, con un pequeño gesto de dolor.

—¿Qué sucede? —le preguntó su madre antes de darse cuenta de que uno de sus anillos se había enredado con un mechón de su cabello y había estado tirando fuertemente de él sin notarlo— Oh, lo siento, bebé —se disculpó inmediatamente para luego proceder a, con cuidado, desprender el mechón de su mano—. Yuki, ve a traer tu cepillo de cabello. Había olvidado que no te peiné esta mañana como era debido, tu cabello debe tener nudos por todos lados.

La pequeña asintió velozmente y después de introducirse un momento en su habitación, regresó con el cepillo que su madre le había pedido. Acto seguido, Sakura procedió a peinarla con mucho cuidado mientras su hija se acurrucaba en sus piernas y la dejaba hacer.

Una sonrisa aliviada en su rostro agradeció por un momento tener una niña que nunca se quejaba de algo. Si se lo preguntaba, ella siempre decía que todo estaba bien y sonreía. Quizá para asegurarle a su madre que eso creía del corazón, por lo que Sakura dejaba de preocuparse tanto por un tiempo y compensaba a su hija con más besos y abrazos que los de ordinario.

—Mañana te llevaré a casa de Kyoko para que jueguen un rato. ¿Te gustaría eso? —le preguntó con una voz conciliadora y suave.

Yuki le lanzó una sonrisa genuina, de aquellas que solo salían al mencionar a la hija de Naruto y asintió con todas sus fuerzas mostrando su conformidad.

Sakura se rió un poco al verla y respiró aliviada una vez más. Todo estaba bien entre ellas dos, solo eran cosas que tenía en la cabeza.

Inmediatamente después su mente dio un giro de ciento ochenta grados y se fijó en la revista que había comprado de camino a casa ese día, depositada sobre su mesa de café. Estaba abierta en la página del artículo que ya había leído por décima vez esa noche.

Estaba preocupada por Naruto y pensaba que lo tendría que llamar esa misma noche de no escuchar de él antes. Como cada semana, pasaría el domingo con él y sus amigos conversando sobre los eventos de la semana, pero ahora no creía poder esperar hasta el día siguiente. Le molestaba que algo de urgencia lo hubiera sacado del trabajo y no se hubiera molestado en hablar primero con ella al respecto. Siempre había creído que la confianza que se tenían mutuamente era inquebrantable y pediría su consejo cuando lo necesitara, pero como iban las cosas ahora ya no podía creerlo así, tales pensamientos la hicieron suspirar desalentada una vez más.

De pronto, la cerradura de la puerta de su casa comenzó a hacer los ruidos característicos de alguien abriéndola. Alarmada volvió sus ojos hacia la entrada. La vista de Sai la tranquilizó y la molestó al mismo tiempo, había olvidado pedirle sus llaves la última vez que se habían encontrado y ahora había tenido el descaro de aparecerse así, sin más. Era ridículo que aún las tuviera cuando llevaban tanto tiempo separados y ella había comenzado a tramitar los papeles del divorcio.

Una vez que estuvo dentro, Sai la saludó con su sonrisa extraña de siempre y Sakura se sintió más irritada que antes. Pero cuando Yuki vio a su padre comenzó a dar brincos de felicidad y a pedir ser levantada, cosa que Sai cumplió inmediatamente, feliz de tener entre sus brazos a su hija y como un modo de protegerse contra los ataques de Sakura de encontrarse los dos solos.

—Hola, ¿ocupada? —le preguntó su exesposo después de saludar a su pequeña hija que aún seguía encaramada sobre él, verdaderamente feliz de ver a su padre.

Sakura observaba irritada esta interacción mientras pensaba que la niña estaba cometiendo una traición en toda regla, pero lanzó un suspiro de resignación metiéndose esos pensamientos muy adentro una vez más. Con Yuki presente más le valía ser al menos educada.

—Sí, mucho. ¿A qué has venido?

Sai no esperó a que Sakura lo invitara a tomar asiento, sabía que era inútil, pero se sentó de todas formas con Yuki sobre él en uno de los sillones cerca de Sakura.

—Quería cenar con Yuki. ¿Quieres venir con nosotros?

Sakura contuvo un gruñido.

—Yuki no saldrá en día de semana a esta hora de la noche a la calle contigo.

La pequeña en sus brazos trató de protestar, pero una sola mirada de su madre la hizo quedarse en silencio apretando con su manita uno de los brazos de su padre.

—Es viernes... —intentó recordarle Sai sin perder la paciencia; sabía que encontraría resistencia.

—Tiene cuatro años, Sai. No me parece que salga de noche por ahí y se acostumbre a dormir tarde a esa edad.

Sai lanzó el primero de muchos suspiros, pero no se descorazonó.

—Hace mucho que no paso el tiempo con ella y me iré pronto de todas formas...

Los ojos de Sakura comenzaron a brillar peligrosamente. Sai acomodó a Yuki en sus rodillas para recordarle a Sakura que no podía lanzarle nada mientras tuviera a su pequeña entre ellos.

—¿Y acaso es mi culpa que no estés aquí todo el tiempo que un verdadero padre estaría?, ¿acaso yo te estoy obligando a que te vayas de viaje todo el tiempo y no vengas a ver a tu propia hija?

Sai sabía que esa discusión terminaría mal, así que decidió no insistir con el tema, al menos mientras Yuki estuviera presente.

—¿Puedo quedarme con ustedes, al menos?

Sakura miró hacia otro lado mortificada.

—Haz lo que quieras... —le respondió al cabo, pero inmediatamente recordó—. ¿Puedes dejar tus llaves hoy antes de irte?

Sai había vuelto su atención hacia Yuki que parecía un poco asustada por la conversación de sus padres y trataba de hacerla sonreír, pero al escuchar esto último se quedó mirando a Sakura con lo más cercano a la seriedad que ella le había visto alguna vez. La madre de Yuki sintió un escalofrío recorriendo su espalda al notarla, pero de todas formas evitó su mirada volviendo a ojear su revista.

—Está bien —escuchó que el hombre en su sala le decía finalmente y cuando enfrentó finalmente sus ojos vio que le sonreía con su expresión vacía de siempre. Sakura quería matarlo.

—Yuki, cariño... —la pequeña volvió su rostro a su madre un poco asustada—, ve a lavarte las manos, cenaremos pronto —le sonrió Sakura tratando de calmarla.

La pequeña se levantó y salió apresurada al baño a cumplir con el mandato de su madre. En cuanto Sakura la sintió fuera de su vista la revista que estaba leyendo llegó a la cara de Sai.

Aun así, Sai sonreía, contando hasta diez internamente y tratando de distraerse entre tanto con lo que sea que se presentara a su vista en ese momento que no fuera la mujer en la habitación. La revista que Sakura le había ofrecido tan amablemente sirvió para este cometido, como se la había tirado abierta Sai se quedó mirando la foto de un hombre en la página, a quien reconoció al cabo de unos minutos.

—¿No es este el que raptó a Naruto?, ¿el del cumpleaños de Shikamaru?

Sakura observaba la puerta del baño donde su hija aún no reaparecía.

—Sí, es él. Sasuke Uchiha.

Sai se quedó leyendo un momento las líneas que acompañaban la foto en el artículo de la revista.

—Ah, también sale con mujeres...

Este absurdo comentario llamó la atención de Sakura inmediatamente.

—¿Cómo que «también»? —le preguntó indignada por lo que el pintor intentaba implicar. Sasuke era un hombre extremadamente apuesto, cualquier chica, ella incluida, estaría más que feliz de salir con él.

Sai levantó su mirada sin ninguna alteración.

—Bueno, está con Naruto ahora, ¿no?

Sakura se quedó callada tres segundos.

Luego se puso de pie y comenzó a gritar.

—¡¿Qué estás diciendo?!

Pasó toda la noche para que Sai terminara de explicarle que en realidad él no sabía nada en concreto, pero que los había visto juntos y en verdad era algo bastante obvio. Sakura trató de negarlo todo lo que pudo, pero como siempre le pasaba con Sai cuando sembraba la semilla de la duda en ella esta terminó por germinar. Cogió el teléfono y llamó a Ino para contarle sus dudas y sospechas al respecto, Ino estaba tan chocada e intrigada como su amiga, y después de obligar a Sai a contarle lo que había visto entre ellos la noche del cumpleaños de Shikamaru y volver a su comunicación con Sakura, concluyó que quizá existía la diminuta posibilidad de que lo que decía Sai era cierto.

Sakura aún no lo podía creer, conocía a Naruto mejor que nadie y nunca lo había visto mostrando ese tipo de tendencias con anterioridad, pero luego recordó su corta conversación sobre Sasuke y lo vehemente que había sido al decirle que estaba fuera de su alcance, eso y que Ino siguiera comentando en el fondo entusiasmada sobre lo lindos que se veían dos chicos guapos juntos casi logra convencerla.

Mientras tanto, Sai estaba dándole de comer a su pequeña hija en la cocina, mientras trataba que no llegaran los gritos de su madre para no tener que explicarle de qué se trataba el asunto. Yuki era una niña curiosa algunas veces.

Cuando Ino finalmente terminó de sacarle todos los detalles y formular cien teorías con Sakura, decidió que necesitaban una tercera opinión (aparentemente la de Sai no servía) y marcó inmediatamente el número de Shiho para contarle la noticia. La novia de Shikamaru estuvo a punto de irse de espaldas al enterarse, pero comenzó a asentir ante las explicaciones que Ino le daba de vez en cuando mientras escuchaba con mucha atención.

Cuando Ino colgó, Shiho marcó el número de Shikamaru sin dilación. Su novio de más de diez años estaba a punto de cenar cuando la intempestiva noticia le hizo sentirse indispuesto. Le preguntó cuáles eran sus fuentes y se mostró escéptico cuando Ino y Sakura fueron su respuesta, le explicó que no debía creer todo lo que esas dos le decían porque solían agrandar mucho una cuestión que en realidad no tenía más importancia. Pero cuando escuchó el nombre de Sai en la explicación comenzó a turbarse otra vez. Ese pintor era extraño, era cierto, pero muchas veces era el más perspicaz de su pequeño grupo de amigos. Le dijo que no siguiera pensando en el asunto y que al día siguiente, que se encontraría con Naruto como siempre acostumbraba saldría de dudas. Shiho aún estuvo tratando de pedirle algo pero finalmente no se decidió, así que Shikamaru le cortó diciéndole que le hablaría el sábado por la noche.

Luego de un segundo volvió a coger el teléfono y marcó el número de Kiba, quien estaba conduciendo hacia una fiesta en ese momento y tuvo que ponerse a un lado del camino para escuchar la noticia que Shikamaru tenía que decirle. Su amigo le comunicó las sospechas de Sai en su modo habitual de estar haciendo algo molesto como botar la basura del día y le pidió que llamara al esposo de Sakura para confirmarlo, siendo que después de Naruto, él era el más cercano al pintor. Kiba le cortó inmediatamente y marcó airado el número de Sai.

Sai estaba terminando de darle de comer a Yuki mientras Sakura seguía haciéndole miles de preguntas en clave para evitar la curiosidad de su pequeña hija, las que Sai estaba obligado a responder para evitar causar la ira de la mujer una vez más. Su celular sonó como una salvación en ese momento —o eso era lo que creía cuando se levantó para contestar— y dejó a Sakura a cargo de Yuki por un momento.

La voz agitada y molesta de Kiba comenzó a reclamarle saber de dónde sacaba ideas tan descabelladas como las que se le ocurrían de vez en cuando. Sai no sabía de qué hablaba y cuando por fin, después de diez minutos llenos de reproches, Kiba le dijo que había escuchado lo que había hablado de Naruto, Sai le lanzó una mirada irritada a Sakura que por suerte su exesposa no vio por estar inclinada terminando de darle de comer a Yuki. Suspirando, Sai volvió a relatar lo que hacía unos minutos había relatado a Sakura e Ino. Kiba se quedó petrificado en el asiento de su auto y Sai tuvo que llamarlo más de tres veces antes de que le respondiera otra vez, esta vez para preguntarle más cosas al respecto.

Sai no veía el problema que todos los amigos de Naruto parecían hacer al respecto. Para él era obvio que Naruto era un buen partido para cualquiera, hombres y mujeres por igual, y Sasuke Uchiha no era alguien que fuera despreciable, al parecer, cuando lograba aparecer en artículos enteros de las revistas que Sakura compraba. Finalmente, le dijo que si tenía más preguntas debería hacérselas a Naruto directamente. Kiba le respondió agriamente que lo haría y que más le valía a él también estar ahí el sábado por la tarde para afrontar todo lo que había dicho. Sai, por supuesto, había dejado de sonreír al finalizar esta llamada.

Sakura se había decidido finalmente a servirle un plato de comida a Sai y lo había puesto en la mesa al lado del suyo después que había terminado de darle de comer a Yuki. Cuando este se acercó nuevamente a la cocina, Sakura le ofreció la cena pero Sai levantó una de sus manos inmediatamente.

—No, gracias. Estoy cansado, me voy a casa.

Luego se despidió de Yuki diciéndole que la vería al día siguiente en casa de Naruto y le recordó a Sakura que dejaba sus llaves en la mesa al lado de la puerta. Unos segundos después, Sakura tuvo que contenerse para no salir a perseguirlo y agarrarlo a bofetadas. Realmente, Sai la exasperaba.

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Kyoko estaba aún en su habitación haciendo sus tareas cuando Minato se despidió de los tres y se retiró para descansar en su casa. Con una voz muy baja, le recordó a Naruto que si necesitaba algo no debía dejar de llamarlo, y su hijo simplemente asintió con seriedad.

Hanabi estaba sentada al lado de Naruto viendo la televisión mientras le contaba en voz baja, para no molestar a Kyoko y sus deberes, de su estancia en Inglaterra. Le contó de sus estudios, de las personas que había conocido, de los lugares que había visto y de cómo le gustaría que Kyoko los conociera también algún día, por supuesto, con Naruto acompañándolas. El joven padre solo sonrió un poco incómodo, se imaginaba de dónde saldrían los fondos para un viaje así y la sola idea de depender de los Hyuuga monetariamente le repelía en extremo, pero no quería turbar a Hanabi con una negativa rotunda en ese momento, ya que no lo decía más que como una posibilidad inconstante en el futuro.

—¿Estás segura que no estás cansada por tu vuelo? —le preguntó otra vez Naruto cuando vio que Hanabi bostezaba disimuladamente por segunda vez.

—No, no, estoy bien. Aún es temprano y tengo muchas cosas que contarte —respondió inmediatamente con una sonrisa.

Naruto no pudo dejar de mirarla con cierta incomodidad en ese momento. El bastardo de Sasuke era excelente para plantar ideas terribles en la mente de las personas y Naruto se sentía molesto por ello. Pero debía admitir que era verdad que él nunca había siquiera pensado en que su cuñada actuara de una forma por la cual tendría que preocuparse en algún momento.

Hasta entonces no había comenzado a dudar de que la forma natural de estar a su alrededor, de conversarle o de abrazarlo intempestivamente junto con Kyoko guardara segundas intenciones. Así habían sido las cosas desde que Kyoko era una bebé y Hanabi una pequeña adolescente, Naruto nunca había cambiado su manera de comportarse frente a ambas y jamás se le había pasado por la cabeza que la heredera de los Hyuuga pudiera cambiarla a su vez.

Ella seguía hablándole de otras cosas relacionadas a su estancia en Londres, pero Naruto no podía concentrarse lo suficiente en lo que la hermana menor de Hinata le decía. Ahora pensaba, como un pequeño zumbido comenzando a hacerse muy audible en el medio de su cabeza. Si Sasuke había estado en lo correcto, ¿qué clase de persona Hanabi veía cuando lo miraba a él?

El timbre interrumpió su conversación y Hanabi guardó silencio mirando hacia la puerta un poco sorprendida. Naruto se levantó a atenderla sin mayor preocupación y, por el contrario, un poco aliviado. Le parecía que el llamado había llegado en un buen momento; pensar demasiado en las paranoias de Sasuke habían comenzado a afectarlo a él también. Estaba tan entretenido reflexionando estas cosas que no se dio cuenta del movimiento nervioso que Hanabi había comenzado a hacer en su asiento.

Cuando abrió la puerta y vio la figura que se entreveía a través de ella se quedó petrificado por unos segundos. Finalmente abrió más los ojos y recordó que Hanabi le había pedido que mantuviera su estancia en Japón en secreto. Había pensado que mientras eso no involucrara tener que mentir por ella le parecía que era algo que podía hacer, pero con Neji Hyuuga parado frente a su puerta no pudo dejar de pensar que habían promesas que difícilmente se podían cumplir.

—Buenas noches —lo saludó el otro hombre antes que nada.

Naruto le hizo un gesto apresurado con la cabeza y luego la levantó aprisa. Neji llevaba vestido su traje de oficina habitual, pero Naruto dudaba que estuviera listo para una reunión de negocios formal por la forma descuidada que presentaba en esos momentos. El cabello usualmente amarrado en una cola alta sobre sus hombros ahora iba suelto del todo y cayendo por los lados de su cara, la corbata que debería estar en su cuello estaba en el bolsillo de su saco y los botones de su camisa abiertos hasta sus clavículas. Lucía todo lo cansado que un hombre de su edad podía lucir después de pasar todo el día trabajando y no parecía tener la intención de ocultarlo en ese momento.

—Neji, ¿qué haces aquí a esta hora? —le preguntó todavía tratando de buscar una salida a su predicamento, pero comenzando a sentir un gran compañerismo con su cansado amigo.

El otro hombre lo miró fijamente por unos segundos porque notaba su nerviosismo, luego agitó la cabeza y trató de serenar sus gestos.

—Disculpa las molestias que mi visita intempestiva te esté causando —le dijo más que nada para guardar las formalidades, pero sabiendo claramente que Naruto no era el tipo de personas que se preocupaban por ellas—. Escuché que Hanabi había venido a visitarte y necesito hablar con ella unos minutos.

Naruto abrió más los ojos al escuchar esto último y comenzó a tartamudear un poco preguntándole cómo se había enterado que Hanabi había llegado a Japón. Neji comenzó a impacientarse porque Naruto aún lo retenía en la puerta.

—¿Puedo pasar? —le preguntó cansado y haciendo notar a su amigo que lo haría de todas formas con su permiso o sin él.

Naruto se hizo a un lado de inmediato sintiéndose culpable y le indicó que se adentrara a la sala. Hanabi había estado escuchando desde su sillón y se puso de pie para recibir a Neji con un gesto de resignación. Se saludaron como si se hubieran visto el día anterior y no por más de medio año, y luego Hanabi le hizo un gesto a su prometido para que tomara asiento.

Neji estuvo a punto de llamarle la atención por tomarse tantas libertades en la casa de Naruto, pero decidió que tal vez debería dejar ese asunto para después.

—Tío Hiashi también está enterado que llegaste esta tarde. Está alarmado porque aún no hayas llegado a casa.

—¿Cómo...? —Hanabi se tomó de la frente tratando de aliviar su repentino dolor con unos masajes— No usé el dinero del clan para el pasaje... no había forma que se enteraran.

Neji frunció el ceño.

—Sí, lo noté. ¿De dónde sacaste el dinero, por cierto?

Hanabi comenzó a sentirse impaciente. Por supuesto que los Hyuuga seguían de cerca cualquier compra que hiciera con su tarjeta de crédito y sabían a cada instante en qué estaba metida la heredera sin que ella tuviera que informárselos de antemano. Lo sabía muy bien desde que era pequeña.

—¿Cómo se enteraron que llegué a Japón?

Neji ladeó la cabeza impacientemente al notar cómo Hanabi no se dignaba responder sus preguntas, pero se sentía con la suficiente autoridad como para hacerlas ella misma. Era la heredera legítima del clan, de eso no cabía dudas.

—La línea aérea que usaste para llegar es una de las franquicias de uno de nuestros allegados. Nos informaron inmediatamente —Hanabi lanzó un hondo suspiro—. ¿De dónde sacaste el dinero?

Neji no parecía que iba a quedarse tranquilo hasta obtener esta información, así que Hanabi no tuvo de otra más que contestar.

—Una amiga me lo prestó. Se lo devolveré en cuanto regrese a Londres.

Su sala se había convertido de pronto en un pequeño campo de batalla y Naruto podía haber cortado la tensión con uno de sus cuchillos de cocina de habérselo propuesto. No entendía cómo era que ambos podían mostrarse tan secos y lejanos con alguien a quien estaba completamente seguro que amaban, y se sorprendió, no por primera vez, que realmente estuvieran comprometidos. Sin embargo, sabía muy bien que no era su lugar el inmiscuirse en sus asuntos sin que se lo pidieran directamente, así que se disculpó con la excusa de traer un poco de té y desapareció tras la puerta de su cocina. Ninguno de los Hyuuga volvió a hablar hasta que terminó por desaparecer.

—¿Todavía piensas regresar a Londres?

Hanabi desvió la mirada y respondió despacio, tratando de contener su frustración.

—Sí, solo estaré en Japón unos días. Es por eso que no vi la necesidad de que la casa principal estuviera enterada de mi regreso.

—¿Pensabas quedarte aquí? —Neji parecía un poco tomado desprevenido por los planes de Hanabi. Eran completamente absurdos para cualquier comprensión. Si Hanabi deseaba tomarse unas vacaciones de sus vacaciones en Londres, entonces debía hacerlo en su casa. Era lo correcto.

Realmente su prima no estaba actuando lógicamente para nada.

Pero su sincera pregunta solo le devolvió una mirada irritada por parte de su futura esposa.

—No «pensaba», todavía «pienso» quedarme aquí —puntualizó con un gesto de irritación.

Neji, a su vez, estuvo molesto por la corrección y decidió que no era lo más conveniente caer en una pelea tonta por tal capricho. Lo único que tenía que hacer ahora es hacerla entrar en razón nuevamente.

Naruto entró a los pocos segundos y le ofreció una taza de té a sus invitados. Neji le agradeció con una sonrisa leve y bebió un poco del contenido de la taza. Hanabi no tocó la suya, se dedicó a estrujar sus manos nerviosamente sobre su falda.

—¿Ti-tienes hambre? —dijo de pronto el dueño de la casa, en un intento por iniciar el diálogo nuevamente— Puedo prepararte algo para cenar.

Neji volvió a agradecer la intervención de Naruto, pero le hizo un gesto negativo con la mano.

—No, gracias. Comí algo en la oficina antes de salir.

El otro hombre asintió y luego de quedarse unos segundos en silencio comenzó a dar unos pasos en retirada.

—Bueno, los dejaré solos... para que conversen...

Neji lo detuvo inmediatamente.

—No es necesario. Por favor, esta es tu casa, no quisiera incomodarte más. Quédate, por favor.

Naruto miró hacia Hanabi.

—Pero...

Neji volvió a insistir.

—Por favor, Naruto, me sentiría peor viniendo a importunarte a esta hora y encima haciéndote dejar tu propia sala. Además eres de la familia, no hay nada de esta situación que no sepas ya.

Naruto volvió a mirar incómodamente a Hanabi, pero como esta no dijo nada para protestar, asintió y tomó asiento al lado de Neji quien volvió a beber de su té unos segundos después.

—Será un problema para tu padre si te quedas aquí, Hanabi —le dijo al cabo. Su voz mucho más serena que hacía unos minutos.

Una de las delgadas cejas de Hanabi hizo un gesto casi imperceptible, pero no se movió ni un centímetro más.

—Al menos regresa conmigo a pasar la noche en la mansión. Puedes pasar todo el día aquí mañana si eso es lo que deseas.

—No veo la diferencia de irme o quedarme —la voz de Hanabi parecía muy lejos del tono con el que había estado conversando con Naruto minutos antes— si voy a regresar aquí mañana.

Naruto recordaba ese tono de voz en Hanabi cuando hablaba con alguna persona del clan Hyuuga; fuerte, sin vacilación, escogiendo con precisión cada palabra y diciendo las cosas como órdenes.

Neji, por su lado, siempre usaba ese tono cuando hablaba con Hanabi, aunque era más suave que el tono que usaba para tratar con otras personas del clan, era el mismo sentimiento de lejanía que Naruto conocía muy bien.

—¿No quieres saludar a tus padres?

Hanabi no había dejado de mirar sus manos en su regazo y de pronto comenzó a revisar sus uñas.

—No, particularmente, te he dicho que me quedaré solo unos días. Los saludaré la próxima vez que regrese.

Neji se quedó en silencio después de esto. Luego miró a Naruto pidiendo ayuda en silencio.

—Pe-pero, Hanabi —empezó Naruto llamando la atención de la mirada de su cuñada inmediatamente—, ¿no quieres ver a tu madre? Estoy seguro que te extraña mucho y se sentirá triste si sabe que estás aquí y no vas a saludarla.

Hanabi pareció dudar un momento.

—Además le estás causando problemas a Naruto al quedarte aquí —agregó Neji sin perder tiempo.

—No-no, eso no...—Naruto iba a protestar, pero una mirada del otro hombre lo cortó.

Hanabi se puso de pie.

—Está bien —y se dirigió a la habitación donde había dejado su equipaje—, pero mañana tengo que venir a cuidar a Kyoko. Naruto tenía planes para salir y ya me comprometí con ellos aquí.

Naruto vio esto como una oportunidad para zafarse del compromiso con Sasuke.

—Por favor, ¡no te preocupes por eso! Siempre lo puedo dejar para otro día, no hay ningún problema.

Neji se adelantó y cogió la maleta de las manos de Hanabi.

—Mañana yo la acompañaré —esto pareció llamar la atención de la mujer también—, así podrás irte tranquilo, Naruto.

El joven padre comenzó a sonrojarse.

—Pero...

—Por favor, permíteme ayudarte a mí también —Naruto parpadeó un par de veces ante este pedido tan peculiar y luego asintió hundiendo su cabeza.

—Primero iré a despedirme de Kyoko —Hanabi anunció un instante antes de desaparecer en la puerta de su sobrina.

Esta despedida pareció tomarle más de la cuenta a ambas mujeres, ya que para el tiempo que volvieron a reunirse con Naruto y Neji en la puerta, ambos habían tenido tiempo de recoger el equipaje de Hanabi y llevarlo con ellos hasta la entrada, mientras Neji le aseguraba que podía llevarlo él solo hacia su auto en el estacionamiento.

—¡Tío Neji! —se apresuró en saludar Kyoko una vez que estuvo frente al otro integrante de la familia Hyuuga.

—Escuché que tienes una tarea impresionante para este fin de semana —le comentó el otro hombre con una sonrisa apenas disimulada al ver el rostro desalentado de la hija de Naruto ante tal recordatorio—. Mucha suerte.

—Ugh, la necesitaré —le dijo la pequeña niña acercándose una vez más para darle un abrazo de despedida—. ¿Nos vemos mañana?

Neji asintió una vez y Kyoko estuvo nuevamente camino a su habitación después de intercambiar una sonrisa con su tía Hanabi a la vez. Naruto se comenzó a preguntar en ese momento de qué habrían estado hablando en su habitación.

—¿Puedes llevar eso al auto? —le pidió Hanabi nuevamente dirigiéndose a su prometido y señalando su equipaje que ya estaba en la puerta— Bajaré en un momento, después de despedirme de Naruto.

Si Neji se tomó a mal ser tratado como poco más que un criado por su prima, no lo dejó notar en lo absoluto. Simplemente le hizo una inclinación de cabeza a Naruto y le recordó que se verían al día siguiente antes de tomar el borde de la maleta y llevarla rodando hasta las escaleras.

—¿Estás bien? —fue lo primero que se le ocurrió preguntar a Naruto una vez que estuvieron solos. Las advertencias que le había dado Sasuke esa tarde podrían o no tener fundamento, pero por el momento lo único que el joven padre sentía era que su cuñada no estaba a gusto regresando a su casa.

Hanabi intercambió una mirada con él y luego lanzó un suspiro antes de volver a sonreír con fortaleza una vez más. Al observarla de esa forma, Naruto no pudo dejar de compararla con su hermana Hinata y pensar que su esposa jamás habría podido encontrar las fuerzas para alentarse a sí misma como lo hacía su joven hermana. Había algo en Hanabi que les advertía a todos los que la conocían que sería más fácil vencer a toda la armada del país antes que verla derrotada a ella.

—Es una tontería —le dijo finalmente casi riendo y lanzando un nuevo suspiro—. Quería decirte algo, pero carece de importancia ahora.

Naruto frunció el ceño después de escucharla. Sabía que había algo y ahora estaba casi completamente seguro que tenía que ver con la situación de Neji. Él no tenía idea de lo que podría ser, pero se imaginaba que con el tiempo terminaría por escucharlo. Lo único que le quedaba por hacer era estar ahí, para cuando fuera que su cuñada estuviera lista para confiar en él.

—Tal vez en otra ocasión —le dijo alargando ambos brazos para estrechar a la mujer en su pecho—. Kyoko y yo siempre estaremos aquí para ti. Recuerda eso, por favor.

Sintió un pequeño temblor recorrer el cuerpo de la tía de Kyoko, pero se detuvo casi enseguida. Hanabi apenas había depositado sus brazos en su cintura cuando ya empezaba a separarse de él.

—Lo sé, gracias —le dijo con una sonrisa sincera y más tranquila. Aunque sus ojos apenas abiertos parecían querer dejar espacio para las lágrimas de un momento a otro—. Nos vemos mañana —fue lo último que dijo antes de cruzar la puerta.

Naruto se quedó mirando su silueta hasta que desapareció tras una esquina de la escalera y entró a casa. Cuando la puerta estuvo cerrada detrás de él pensó que ese día había sido uno de los más cansados que le había tocado vivir en toda su vida.
Y de ponerse a reflexionar en todo lo que había pasado, le tomaría toda una noche de insomnio que no sería conveniente si tomaba en cuenta todo lo que aún le faltaba por afrontar al día siguiente.

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En otra parte de la ciudad, una con construcciones más lujosas y casi ningún transeúnte en las calles, Kei aún estaba parado con la oreja pegada a la madera de su puerta escuchando la discusión entre su padre y Sasuke. Al parecer esa mañana habían pasado muchas cosas que todavía desconocía, pero que comenzaron a interesarlo más y más a medida que el nombre de Naruto y Minato se dejaron escuchar con mayor frecuencia en la discusión.

Itachi le reclamaba algo sobre sus deberes con el clan y sus responsabilidades a Sasuke y su tío le respondía que todo eso no le podía dejar de importar menos. Kei pensaba que era la discusión de siempre, pero sentía que había algo más que ninguno de los dos mencionaba todavía. Había pasado un buen rato desde que su padre lo enviara a su habitación y Kei comenzaba a sentirse cansado de su posición detrás de la puerta, así que se inclinó para sentarse sobre la alfombra cuando el peso en su espalda lo hizo notar que todavía llevaba cargando la mochila de la escuela. Se la quitó despacio para ponerla a un lado y el peso desacostumbrado en ella le hizo recordar que todavía llevaba dentro la comida de Naruto.

Tendría que haberla puesto a refrigerar antes de haberse metido en su habitación. Por los gritos que daban los dos hombres afuera no parecía muy sabio escabullirse a la cocina en ese momento, así que comenzó a calcular cuánto tiempo se demoraría en echarse a perder una comida sin refrigerar.

Esperaba que todavía durara lo suficiente como para sobrevivir el término de la discusión de su padre, pero ya había pasado más de una hora y parecía que cada uno recordaba algo más para sacarle en cara al otro. Kei se quedó petrificado cuando se dio cuenta que había estado apretando su mochila con la comida contra su pecho con demasiada fuerza en el momento que sus oídos inadvertidamente habían comenzado a prestar atención otra vez a la discusión afuera de su puerta. Alarmado, la abrió para cerciorarse que no hubiera roto o vaciado algo en el interior. Cuando tuvo el recipiente envuelto que Naruto le había dado intacto entre sus dedos, respiró aliviado. Luego comenzó a escuchar los gritos otra vez y pensó que nada bueno saldría de eso.

Sasuke le había dicho que lo podía llamar si finalmente terminaba alejándose de Itachi y la familia. Quizá pretendía separarse por completo del clan esta vez. Había amenazado con lo mismo hacía más de ocho años atrás, pero él no lo recordaba, lo único que tenía vagamente difuso en sus recuerdos era que no había podido ver a su tío en muchos años debido a eso. Tal vez Itachi le prohibiera hablar con él, luego que Sasuke decidiera irse. ¿Qué podría hacer Kei si eso ocurría? Tendría que obedecer a Itachi, siempre obedecía a su padre.

Comenzó a recordar su conversación en el auto. Sasuke siempre hacía ese tipo de cosas sin pensar en cómo afectaban sus acciones al resto. Kei estaba molesto. No solo perdería su entrenamiento y no vería a su tío en mucho tiempo, si es que siquiera lo lograba ver en algún momento en el futuro, sino que a Sasuke eso ni siquiera le molestaba. Le comenzó a molestar que a su padre esto tampoco parecía importarle en lo más mínimo.

Todo ese tiempo se enojaba con Sasuke porque era más fácil. Kei sabía que podía actuar desdeñosamente, provocativamente e incluso majaderamente con su tío, él no podía hacerle nada y además se lo merecía, nunca había pensando en él más que como una molestia y Kei pensaba lo mismo de vuelta. Pero con su padre era distinto. Nunca había podido decirle que no o comportarse como menos de lo que él creía que era lo correcto para un heredero de la casa Uchiha. Nunca se había tomado el tiempo de sentarse a discutir con Kei si quería dejar de ver a su madre, por ejemplo, aunque eso no le importó, a ella nunca le había importado él, así que sentía que era casi su deber el que ella no le importara tampoco. Ni siquiera le había preguntado si quería salir de la casa Uchiha donde su abuela lo estaba criando cuando tenía ocho años tampoco, aunque debía admitir que no le importaba salir mucho de allí ya que casi nunca veía a su padre cuando habitaba la mansión y ahora que vivía con él al menos podía verlo todas las noches. Tampoco le había preguntado si quería a Sasuke como su babysitter a pesar que sabía que ellos dos no se llevaban bien.

Parecía que Sasuke le estaba reclamando sobre algo importante a Itachi, pero Kei ya no escuchaba. Estaba pensando irritado que ahora su padre estaba a punto de prohibirle ver a Sasuke cuando finalmente, finalmente, se estaban llevando mejor y, otra vez, no se había molestado en preguntarle nada al respecto, ni interesarse en averiguar cómo se sentía al respecto.

Sasuke también era el culpable, recordaba su conversación en el auto. Tomaba sus decisiones sin que Kei pudiera opinar algo al respecto, lo mismo que Itachi. Y Kei tenía algo qué decir al respecto. Él vivía con ellos, por todos los santos, él también tenía que aguantar las idioteces que ese par hacía después de sus tontas discusiones.

Por un momento después de pensar esto último se quedó un poco asustado. ¿Había pensado en su padre como un idiota también? Agitó su cabeza inmediatamente. Debía estar muy enojado para pensar así, más le valía calmarse y pensar las cosas racionalmente. Era lo que los Uchiha hacían, pensar las cosas racionalmente y no dejar que sus emociones influyeran en sus decisiones. Los gritos fuera no parecían llegar a detenerse en algún momento cercano y Kei vio aprensivamente el recipiente con comida en sus manos otra vez. Su padre le había ordenado retirarse a su habitación y no había tenido tiempo de guardarlo en el refrigerador. Sería un desperdicio enorme que toda esa comida se echara a perder. Kei había obedecido a su padre sin chistar y había ido a su habitación. No valía la pena perder su almuerzo del día siguiente por el capricho del par en la sala. Sería un gran desperdicio. Su padre no le había dicho nada sobre permanecer en su habitación además.

Kei se puso de pie y sacudió un poco el polvo inexistente del pantalón de su uniforme. Luego, respirando hondo para darse valor, abrió la puerta.

El primero en notar al joven muchacho fue Sasuke. Tenía el rostro un poco pálido y no le devolvió la mirada a ninguno de los dos cuando pasó hacia la cocina. Itachi terminó por verlo también y decidió adoptar el silencio temporal de su hermano hasta comprender del todo esa aparición. Ambos siguieron la dirección del pequeño hasta que se perdió de vista, ninguno de los dos había notado que llevara algo en las manos. A los pocos segundos volvió a aparecer, esta vez en la dirección a la que había aparecido, ni siquiera se molestaba en responder a la mirada interrogativa de su padre y Sasuke.

Lo único que Kei había querido era guardar la comida en el refrigerador. Poco más que eso era insignificante para él. La pelea entre su padre y su tío, las negras perspectivas para el futuro, el tiempo perdido en idioteces. Todo le importaba menos que entrar nuevamente en su habitación y azotar su puerta con todas sus fuerzas.

Su padre se lo reclamaría después. Y casi tenía ganas de que lo intentara. Kei siempre había pensado que su tío Sasuke sería el mayor obstáculo a sobrepasar en toda su vida, pero ahora creía que el enfrentarse a su padre no sería algo nada fácil tampoco.

Y era algo que, acababa de comenzar a analizar, no sería nada aburrido. Hasta ese momento, ninguno de los dos lo había tomado en cuenta siquiera para una pelea, pero estaba seguro que podría hacer que las cosas cambiaran de ahí en adelante.

Claro, si es que quedaba algún sobreviviente después de esa noche.

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Por supuesto, Sasuke fue el único que demostró haber notado algo con la breve aparición de Kei en medio de su discusión. Itachi, por su parte, tan solo se mostró un poco sorprendido por el portazo final y un segundo después había vuelto su ira hacia su hermano una vez más.

—¿Estás contento ahora? ¿Has molestado hasta a Kei en esta ocasión?

Sasuke respiró hondo y cerró los ojos contando hasta diez antes de volver a hablar. Itachi trataba de trivializar la intervención de su hijo a su favor y a su hermano eso se le hacía una bajeza tremenda. No era que de un momento a otro, Sasuke hubiera reflexionado sobre Kei teniendo el derecho a meterse en sus discusiones, pero había algo en la forma en que se había conducido en ese breve instante que no lo dejaba tranquilo. Tendría que hablar con él al respecto después de terminar su discusión con su hermano.

Se daba cuenta de que había caído en las provocaciones de Itachi hasta ese momento y se sentía como un idiota. Él sabía lo que había venido a decir y el mismo líder del clan Uchiha lo sabía, pero estaba tratando de confundirlo discutiendo con él. Sabía que era su única forma de ganar, pero Sasuke ya había descubierto su plan.

—No te basta hacer esas estupideces y tratar de arruinarnos, ¿ahora incluso involucras a Kei en tus estúpidos juegos?

Sasuke finalmente había recobrado su compostura y abrió los ojos para mirar a su hermano y hacerle notar que hablaba muy en serio.

—No voy a volver a lo mismo —le dijo conteniendo la ira en su propia voz, pareció lograr el efecto que quería ya que Itachi cambió de actitud inmediatamente—. Te he dicho lo que pienso hacer ahora y eso es todo.

Itachi guardó unos segundos de silencio, más irritado que antes, mientras adoptaba una nueva postura para responder a su hermano. Sabía que Sasuke era irascible y descontrolado cuando se le acorralaba, pero también sabía que una vez que tenía la cabeza lo suficientemente fría, podía sacar ventaja de cualquier situación, por más enredada que esta fuera.

—No es tan fácil —le advirtió entrecerrando los ojos—. Sabes que nuestro padre nunca lo aprobará.

Sasuke respondió inmediatamente.

—A estas alturas en realidad no me importa lo que el viejo tenga que opinar sobre mí.

Itachi lo miró estudiándolo por un momento. Le molestaba la sola idea de que Sasuke pretendiera vivir por su cuenta, sin nadie para controlarlo. Era como dejar una bomba nuclear en medio de la calle con un cartel enorme que señalara el botón detonante para que cualquier inoportuno transeúnte lo oprimiera cuando se le diera la gana. No tenía tiempo de ponerse a analizar en ese momento si Naruto sería alguien de fiar para un arma como aquella, pero comenzaba a entender que Sasuke había logrado finalmente escapar de sus manos.

En el fondo todavía pensaba que Naruto era algo circunstancial que Sasuke había encontrado por ahí y que una vez que se hubiera cansado de jugar con él, como era usual, lo dejaría y se buscaría otra cosa. No podía entender cómo no se había dado cuenta antes del peligro que este pequeño hombre había sido para todos ellos desde un comienzo y lamentaba no haber tomado medidas al respecto con anterioridad.

Su padre tendría un aneurisma al enterarse. Itachi se podía imaginar claramente lo que ocurriría una vez que se enterara y una vez que su padre diera la orden, no habría nada que Itachi podría hacer para ayudarlo. Porque estaba seguro que Fugaku iría contra él y eso era simplemente e.x.c.e.l.e.n.t.e.

—Sigues siendo un pequeño tonto, Sasuke.

Su hermano menor no apreció para nada sus palabras y lo demostró clavándole una mirada enojada a su hermano.

—El que te importe o no te importe que Fugaku Uchiha piense o deje de pensar sobre ti es lo de menos. Te destruirá, sin ningún remordimiento, si cree que perjudicarás al clan de alguna forma.

Sasuke pareció reflexionar un poco sobre las palabras de su hermano y tuvo que darle la razón. Su padre no era alguien con quien le gustaría medirse en esta vida o en ningún otra y mucho menos por algo de lo cual todavía tenía un millón de dudas pesando sobre sus hombros. Recordó la conversación con Naruto en su auto y no podía sacar nada claro de ella. Nada que le diera la seguridad que lo que estaba a punto de hacer terminaría bien, al menos por ese lado. Y Sasuke sabía que hubiera podido dar el siguiente paso firmemente sin temor al fracaso o a lo que fuera si tan solo hubiera sabido por un segundo siquiera que lo que tenía con Naruto era algo firme e inquebrantable. Sentía que dudaba otra vez, no por miedo, pero la incertidumbre era demasiada y no la podía soportar.

—Déjame que te recuerde un poco tu situación —agregó Itachi entendiendo que Sasuke comenzaba a dudar y queriendo sacar todo el provecho que pudiera de ese momento—. Tu padre es uno, corrijo eso, mil disculpas. «Es» el hombre más poderoso en todo Japón en este momento, y no creo tener que recordarte qué posición juega este país en la economía mundial, ¿verdad? —la mirada inexpresiva de Sasuke como respuesta no lo desalentó— Y entre sus miles de defectos está el ser un hombre muy orgulloso —sonrió al recordarlo y supo que Sasuke también lo recordaba por la forma cómo se encogió de hombros por un segundo—. Ya sabes cómo funciona el orgullo en las personas poderosas como él o yo también. Es algo que no se puede evitar tener después de darse cuenta lo que puedes hacer con el poder que la gente común deposita en tus manos.

—Sé muy bien la posición que nuestro padre tiene en la sociedad —dijo al poco Sasuke. Si había estado impresionado por las palabras de su hermano, no lo dejaba notar para nada.

—Este Fugaku Uchiha que tiene el orgullo más grande de este siglo, además tiene otro defecto, que tal vez ya hayas notado también —continuó Itachi sin tomar en cuenta la intervención de su hermano—. Se considera un ser perfecto. Lo sé, nadie lo es, pero eso no quiere decir que él no lo crea.

—Nuestro padre considera muchas cosas defectuosas perfectas —le dijo Sasuke mirando molesto a su hermano—, tú eres un claro ejemplo de ello.

—Bueno, a mí favor, tan solo diré que yo no lo creo —Sasuke levantó una de sus delineadas cejas con expresión incrédula, pero Itachi había dicho la verdad, así que no creía necesario que tuviera que volver a repetirlo—. Lo siguiente es fácil de concluir, ¿qué clase de individuo piensa que podrá salir ileso después de enfrentarse con un hombre que considera que el orgullo, la perfección y el poder lo son todo en el mundo? Especialmente un individuo que es inestable, caprichoso y desafiante con su padre y familia; sin dejar de lado que ahora se ha metido con un tipejo insignificante a quien no podrá proteger una vez que Fugaku Uchiha ponga sus ojos sobre él.

Sasuke lo miró preocupado un segundo antes de girar su cabeza hacia otro lado. ¿Su padre no sería capaz de ir contra Naruto también? Realmente había pensado bien todo aquello, ¿no es verdad?

Itachi aún siguió hablando, era un nuevo enfoque pero parecía que estaba funcionando para disuadir a su tonto hermano de lo que estaba planeando.

—Yo estoy a cargo ahora, pero ni aun así podré detenerlo si decide ir contra ti o ese sujeto Uzumaki. Y estoy cansado de estar cuidando tus espaldas —Sasuke no pudo dejar de extrañarse por ese comentario y volvió sus ojos nuevamente hacia su hermano. Itachi se puso de pie y caminó hacia el gabinete con licores, necesitaba algo de beber con urgencia si quería poder terminar esa conversación sin un dolor de cabeza—. Si te vas ahora, estarás solo.

Sasuke volvió su cabeza hacia la puerta cerrada de Kei y se comenzó a preguntar qué estaría haciendo el pequeño en ese momento.

Itachi volvió a tomar asiento con un vaso de licor en su mano, se sentía mejor después de beber un poco, casi no sentía la pequeña punzada de dolor en su mandíbula que más temprano había dejado el padre de Naruto como despedida. Una de las venas en su frente comenzó a palpitar furiosamente ante tal recuerdo.

—¿Qué ganas metiéndote con los Uzumaki de todas formas? —Sasuke volvió a prestarle atención ahora, parecía que Itachi ya no estaba tan molesto como antes. Si Sasuke no conociera a su hermano, diría que lucía cansado.

—No es cuestión de ganar nada, pero tú no lo entenderías —le dijo Sasuke con toda naturalidad.

Itachi levantó una de sus cejas y se preguntó por un momento si eso podía ser tomado como un insulto, pero como no pudo sacar nada en claro de ello al poco siguió con su conversación anterior.

—Muy bien. Si esto es lo que has decidido, no tengo nada más que decirte —vendrás llorando en un mes de todas formas, pensó el Uchiha mayor cerrando sus ojos irritado.

Sasuke dio un paso hacia adelante.

—Necesito pedirte un favor.

Itachi abrió los ojos enormemente al escucharlo. No podía creer que lo hubiera escuchado bien, pero al parecer era así. Sasuke Uchiha le pedía algo, a él, quizá por primera vez en toda su vida. Algo estaba terriblemente mal con esa situación.

—Yo puedo cuidarme solo —le dijo con toda convicción aunque su hermano mayor todavía no salía de su estupor—. Ni mi padre ni tú podrán nunca hacerme el menor daño, te lo aseguro.

Era una provocación. ¿Acaso su tonto hermano estaba provocándolo?

—Pero Naruto no debe entrar nunca en esto.

Itachi se puso de pie en el siguiente instante para hacerle notar la estupidez que estaba diciendo. Su familia no era de aquellas que dejara de usar cualquier arma que tuviera a la mano para aniquilar a sus enemigos y Sasuke lo sabía muy bien. Además Itachi no le debía nada a Naruto, su padre o su hija, y si se ponía a sacar cuentas claras, todavía creía que tenía una deuda pendiente con el padre de Naruto.

—Una simple cortesía —le dijo Sasuke tornando su mirada siniestra un segundo después. Itachi casi podía percibir la sed de sangre que se apoderaba de su hermano cuando se salía de control y por un momento se preocupó nuevamente sobre el tipo de persona que ahora estaba en posesión de tan peligrosa arma. No había estudiado lo suficiente todavía a ese tal Naruto Uzumaki como para sentirse seguro de lo que saldría de todo ello.

—No podrás ocultarlo de nuestro padre por siempre —declaró al rato de forma más analítica. No era que aceptara el ayudarlo, era solo que no le veía el caso.

—Pero puedes darme tiempo —observó Sasuke desde su propio razonamiento—. Hasta que pueda cuidar mis pertenencias por mi propia cuenta. Un par de meses a lo sumo.

Itachi entrecerró los ojos. Un par de meses era una estimación extremadamente petulante para alguien que no tenía nada. Luego volvió a adoptar su seriedad habitual. ¿Era cierto que no tenía nada?

—Aún vendré a cuidar de Kei cuando pueda —la voz de su hermano lo volvió a sacar de sus reflexiones.

Itachi abrió los ojos más de lo ordinario después de escuchar esa última declaración.

—¿Por qué? No ganas nada haciendo eso.

Sasuke sonrió muy levemente y lanzó un suspiro cansado. Parecía comprender algo que a Itachi se le pasaba completamente de largo y esta superioridad inesperada lo molestó extremadamente.

—¿Ganas tú algo cuidando de nosotros?

Eso era lo más cercano a un reconocimiento familiar que Sasuke le había dicho en toda su vida. Inmediatamente Itachi pensó en su hermano y él sentados frente al estanque del jardín jugando shogi, y en su hijo y Sasuke entrenando en el dojo familiar. Todas estas, cosas inservibles para él en ese momento. ¿Cómo era que se habían metido de pronto en su cabeza?

—Voy a despedirme —le escuchó decir alejándose hacia el cuarto de Kei y entrando sin llamar antes a la puerta, típico.

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Kei estaba recostado sobre su cama con un libro cubriendo su cara. Sasuke lo llamó, pero como su sobrino no le respondía se le acercó y le tocó una pierna.

—Oye.

Aun así, el niño solo apartó su vista del libro muy lentamente para ver de quién se trataba. Luego se incorporó y se sentó sobre su cama, sacándose los audífonos que tenía sobre sus oídos sin darle demasiada importancia. Sasuke examinó el paquete abierto en la cama de Kei. Tenía uno de esos antiguos modelos de reproductor de cd’s que habían salido hacía algunos años y se preguntó de dónde había sacado eso su sobrino. Como lo interrogó con la mirada, Kei bajó mucho la voz y le respondió.

—Me lo regalaste hace seis años... No lo había abierto.

Sasuke no lo recordaba, pero decidió creerle. Debía ser una de esas cosas que encargaba que compraran por ahí cada cumpleaños o navidad.

—Me voy. No vendré mucho, pero trataré de hacerlo cuando tenga tiempo libre.

Kei pareció sorprendido sobre esto, pero no se atrevió a responderle nada. Elevó su mirada para cerciorarse si su tío hablaba en serio.

—Sigue practicando hasta que te salgan esos golpes que te enseñé. Después te enseñaré otra cosa cuando pueda.

Kei asintió metido en sus reflexiones. Parecía que las cosas no habían acabado tan mal como él había vaticinado.

—¿Mi padre te dejará venir de nuevo?

Sasuke se hundió de hombros.

—No veo por qué no —y no explicó nada más. Kei creyó que en esa ocasión no era necesario de todas formas.

Justo antes de retirarse, Sasuke condujo su mirada hacia el libro que aún sostenía su sobrino entre sus dedos y no pudo dejar de preguntar al respecto.

—¿Ese es el libro que te dio Minato?

Kei asintió un poco avergonzado al recordar que Sasuke había sido un testigo presencial del tratamiento que el escritor le había dado al amigo de su nieta. Kei todavía recordaba todo ese contacto físico y concluía que nadie lo había abrazado tanto desde que había sido un bebé, no que él lo recordara de todas formas.

—No dejes que tu padre lo vea — le advirtió su tío como último, inmediatamente saliendo de la habitación después de posar una de sus manos en la cabeza del pequeño, en un gesto muy parecido al que había usado para despedirse de la niña Uzumaki esa tarde.

Kei se sintió mejor. Mucho más tranquilo que hasta hacía unos minutos atrás y extrañamente aliviado.

Luego bajó la mirada hacia la portada del libro entre sus dedos y comenzó a sonreír sin poder evitarlo. Sin querer evitarlo. Minato le había dicho esa misma tarde «los niños deben actuar como niños». A Kei le había parecido una amonestación en ese momento, pero ahora no lo creía.

En realidad había sido una advertencia. Kei estaba seguro que podría hacer algo contra su padre y Sasuke si era necesario. Hasta ese momento se la había pasado pensando en las ventajas que tenía sobre ellos y ocupándose de sus desventajas con toda prolijidad. Podía hacer algo de ser necesario.

Pero no lo era. Su tío Sasuke era un grandísimo idiota y dudaba que le hiciera algún daño directamente en ese momento. Su padre no era un idiota, pero era su padre y Kei no tenía reparos en creer que por ello mismo tenía una gran ventaja sobre él, ya que tenía muy en cuenta que todas las concesiones que había hecho con su propio hermano no habían sido más que señales de debilidad.

Sí, Kei Uchiha entendía muy bien qué medidas tomar contra su tío y su padre de ser necesario. Y por ello mismo Minato le había dado tal advertencia.

No solo eso, lo había tratado como un niño de doce años. Kyoko hacía otro tanto con él en la escuela y Naruto, aunque muchas veces mostraba temor al verlo, no podía dejar de tratarlo igual que a su hija en el aspecto de cuidarlo y ser gentil con él.

No solo tener doces años y ser un niño tenía un puñado de ventajas que una persona mayor perdía inmediatamente. También le ahorraba la fatiga de peleas inútiles con su familia y unos años más de esa supuesta estabilidad que su tío estaba logrando por su cuenta.

Quizá estaba siendo muy inocente, pensaba sonriendo para sí mismo, nuevamente recostado en su habitación. El Kei Uchiha de hacía unos minutos atrás hubiera podido desatar una guerra él solo de habérselo propuesto, pero dudaba que hubiera podido llegar muy lejos.

No cuando una sola mano depositada sobre su cabeza lo hacía sentirse un niño de doce años con tanta facilidad.

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Itachi estaba recostado sobre el sofá en la misma posición en la que lo encontraran con Kei al entrar esa tarde. No se movió en ningún momento tampoco mientras Sasuke se despedía y dejaba la casa de su hermano por un buen tiempo.

Cuando salió del edificio unos minutos después, se sentía diferente y aún no sabía si eso era algo bueno o malo. Sin embargo, cuando metió las manos en su bolsillo para buscar las llaves de su auto se quedó parado unos minutos mirando el manojo de estas en su mano sin recordar por un momento para qué tenía tantas metidas en su pantalón. Luego vio el auto frente a él y se quedó otros segundos observándolo como si lo hubiera insultado. Nada era suyo realmente. Lo sabía, siempre lo había sabido, pero después de tomar una decisión como la que había tomado este pequeño detalle no podía hacer más que provocarle náuseas. Gruñendo abrió la puerta y se subió dentro. Luego buscó su celular de entre sus ropas y encendió el auto poniéndose en camino inmediatamente. Tenía mucho por hacer ahora y le molestaba que incluso el celular por el que hablaba fuera pagado por la familia Uchiha. No podía creer que hasta hacía unas semanas ese mismo pensamiento le divertía. Sí que había estado perdiendo el tiempo.

—¿Sasuke?, ¡qué sorpresa! ¿Quieres venir a la fiesta de Yuko? Es esa amiga de Karin que...

—Suigetsu, necesito tu ayuda.

Karin salió de su habitación cambiada y arreglada para salir cuando vio a su novio parado apoyándose contra la pared bastante chocado como para reaccionar a su llamado en un primer momento. Buscó su mirada y cuando la encontró, Suigetsu comenzó a reír emocionado.

—Ya estaba siendo hora —le dijo tanto a ella como a la persona del otro lado de la línea.

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